En el año 92, estudiaba la sinfonía número 5 de Beethoven. Mi profesor particular en aquellos años, Pedro, marcaba con su mano izquierda y dedos de uñas mordidas, todas aquellas cosas que debía saber para tocar bien el piano y poder pasar curso en el Conservatorio de Palma de Mallorca.
Anotadas se pueden ver en la partitura palabras como: "Digitacion", "matices", "ligado"... Numeraciones que indicaban el número del dedo que debía pulsar la tecla.
Aunque se me daba muy bien y solía pasar todos los cursos con notables y sobresalientes, sin ninguna duda, danzar era lo que me daba la mayor felicidad del mundo.
Una bailarina es prácticamente completa si sabe utilizar un instrumento musical en su carrera profesional: solfeo, armonía, coral, etc...
Cuando me tenía que enfrentar al examen final de curso los nervios me podían, temblaba con sólo pensar que cuando dijeran mi nombre me tenía que levantar de forma disciplinada, educada y correcta, tomar mis libros, dirigirme al piano y sentarme.
Después de meter la mano en una bolsa, extraer cinco bolas (5 lecciones de cinco libros distintos: Beethoven, Mozart, Bach, etc..), tendría que tocar esas canciones frente a un jurado formado por cuatro o cinco profesores muy estrictos, además de todos esos compañeros y compañeras de clase! (Entre ellos, el chico de aquel entonces que tanto me gustaba y me ponía tan nerviosa y desconcentrada! ¡Qué años maravillosos! )
Un examen muy complicado que me exigía muchísima concentración, y no sólo en el examen también los meses anteriores en el estudio del temario...
¿Y a qué viene todo esto? Porque quiero daros un consejo que siempre me funcionó, y es un consejo muy especial porque me lo daba mi profesor de piano, Pedro, en sus clases particulares. Él siempre me decía:
"Cuando estudies o cuando te enfrentes a una situación que requiere de concentración piensa en lo que llevan los caballos en los ojos! Si, los caballos de las carrozas que pasean por Palma... Ellos llevan dos trocitos de cuero cuadrados que tapan y no dejan ver lo que les queda a su lateral, de esta forma el caballo no se asusta ni de los coches ni de nadie y puede concentrarse en seguir su camino hacia adelante. Sigue hasta llegar a la meta sin prisas, porque si tu quieres, llegarás!""
Cuando dejé de estudiar mi profesor se puso muy triste. Fui su primera alumna. Por eso quiero recordar lo mucho que me enseño y lo divertido que era dar clase con él... ¡¡Siempre me sacaba mil sonrisas!!
Pedro dejó huella en mi vida y en mi carrera profesional, me aportó disciplina, corrección, constancia y ¡tomarme las cosas con alegría y disfrute!
Así que ya lo sabes ponte las anteojeras y sigue adelante!!